14 de diciembre de 2012

CasaTaller: cuando la autogestión es la solución

CasaTaller es un espacio autogestionado de La Paz que se ha convertido en uno de los lugares de encuentro más importantes para la creación artística boliviana

Pocos son los espacios autogestionados que uno puede encontrarse en Bolivia. El ‘mARTadero’ en Cochabamba, con una idea parecida al Matadero de Madrid, pero asambleario y autogestionado, es uno de los pocos ejemplos que existen en el país. En La Paz, tampoco hay mucho donde elegir. “No hay costumbre”, me dicen algunos amigos con los que he tratado el tema. Sin embargo, CasaTaller surge como un oasis en medio de tan vasto desierto. “Queremos que la CasaTaller sea un lugar de encuentro para la creación artística”, explicaba en el diario La Razón de Bolivia, Canela Palacios, una de las impulsoras del espacio a las pocas semanas de su apertura. Desde entonces ya han pasado nueve meses.


Alentado por tan interesante experiencia, al poco de llegar a La Paz me dirigí a este interesante espacio para entrevistarme con Miguel Llanque, otro de los promotores de la idea. “La CasaTaller nace como un punto de encuentro de diversas disciplinas artísticas, más enfocado desde la composición que desde la interpretación, pues Bolivia necesita crear su propio conocimiento”, me explica. Eso sí, remarca, “siempre desde un punto de vista creativo”. Y de eso no hay duda, pues cuando te adentras en las diversas salas que conforman este espacio artístico, percibes que no es una ‘escuela’ de música cualquiera. El día que visité a Miguel, diversos hierros colgaban del techo de la sala principal. “Estamos ensayando una obra que presentaremos el 8 de diciembre”, me comentó. Mientras hablaba conmigo, ordenaba por tamaños los tubos de bambú que, supongo, compondrían más tarde varias decenas de zampoñas.

Miguel Llanque en Casa Taller
Desde que abrió sus puertas, CasaTaller se ha centrado exclusivamente en la música, aunque tanto Miguel, como Canela, Lluvia Bustos y Sebastián Zuleta, los impulsores del lugar, no esconden su deseo de que más pronto que tarde se convierta en un espacio interdisciplinar, donde músicos, actores, escultores o pintores entremezclen sus facetas artísticas para crear conjuntamente y en plena armonía.

Y aunque van poco a poco, ya tienen mucho avanzado. El espacio cuenta ya con talleres semanales de música contemporánea, de música autóctona, de composición, de guitarra latinoamericana y uno específico para niños que ha tenido gran acogida en el barrio. Asimismo, cuentan ya con un programa mensual de espectáculos del que tuve la suerte de participar el pasado 8 de diciembre. Como ya me anticipó Miguel, ese día el Ensamble Maleza estrenaba la obra “Trío 375″ de Lluvia Bustos e interpretaba, por primera vez en CasaTaller, la Aleg(o)ría de Sebastían Zuleta. Más de 50 personas abarrotaban el espacio. Además, el programa La Inaudita, de Radio Deseo (la radio del colectivo Mujeres Creando), grabó en vivo la sesión y el interesante debate con músicos y compositores que surgió tras la interpretación de cada composición.

La primera obra, trío a flauta, violonchelo y piano, describía la travesía que la compositora, Lluvia Bustos, hacía diariamente en la línea 375 de autobús durante su estancia en Beijing mientras estudiaba composición. Un magnífico viaje, profundo e introspectivo, que dejó ensimismado al público asistente, en su gran mayoría músicos amigos de los impulsores de CasaTaller.

Tras este impactante viaje, llegó el turno de la segunda obra, la Aleg(o)ría de Sebastián Zuleta, joven compositor mexicano, pero afincado desde hace muchos años en La Paz. Esta composición, dividida en cinco movimientos, está escrita originalmente para instrumentos de percusión, pero Zuleta la readaptó para darle un toque mucho más contemporáneo con la inclusión de botellas de vidrio, voces y fierros –los famosos hierros que colgaban del techo el día que visité a Miguel por primera vez-. La obra es un caos realmente estructurado, donde el autor cede flexibilidad interpretativa a los músicos, los cuales se entremezclan entre el público, ofreciendo un panorama sonoro especialmente acogedor y envolvente. Espero que algún día tengan la suerte de escuchar ambas composiciones porque, realmente, merece la pena descubrir cómo se crea música en Bolivia. A mí, personalmente, me dejó impactado.


Pero, ¿cómo se sostiene el proyecto? La principal ventaja es que el edificio donde está ubicado CasaTaller pertenece a uno de los impulsores de la idea, por lo que el alquiler no es un problema. Sin embargo, el resto de actividades –incluidos los conciertos- se financian con aporte voluntario, es decir, de forma totalmente autogestionada. Aunque no siempre tiene que ser un aporte económico, pues como bien reconoce Miguel Llanque, hay grupos que participan de las actividades a cambio de ayudar con el mantenimiento del espacio. Sin embargo, reconoce, que existe un problema generalizado que, por experiencia propia, también se da en España: “Cuando se dice que es gratis, la gente se piensa que el curso o el espectáculo es de menor calidad que si se hiciera pagando”. Y es cierto, normalmente, los beneficiarios de dichas actividades no piensan en el trasfondo político o social que puede tener el hecho de no cobrar por un evento concreto.

Aun así, en Bolivia juegan con la ventaja de que lo comunitario está muy arraigado, especialmente en el ámbito rural. “En esas zonas es impensable tomar decisiones individuales de forma ajena al grupo”, me explica Llanque. Y, aunque la próxima semana me extenderé sobre este tema para cerrar mi ciclo en el país andino, me gustaría remarcar que en ciudades como La Paz, donde ha llegado mucha migración procedente de las zonas rurales, ese respeto por la comunidad no se ha perdido. Las personas que provienen del campo han organizado juntas vecinales para decidir conjuntamente acerca de todos los problemas cotidianos que afectan al barrio. Por ejemplo, -me cuenta Miguel-, “deciden pintar la escuela o arreglar una calle mediante trabajo colectivo”. Porque, en ciertos barrios, la mano de la Alcaldía queda tan lejos que la única forma de mantener las infraestructuras al día es mediante el trabajo comunitario. Por eso, funciona a la perfección. “Es una forma de hacer muy andina”, bromea Miguel.

Y adoptando esta forma de hacer andina funciona CasaTaller. Es decir, trabajando por el procomún y dejando de lado el lucro, el individualismo y la mercantilización del arte. “Por ahora, la difusión es todavía muy de ‘entre amigos’, aunque poco a poco se va ampliando tanto vía Facebook como con difusión de calle”.

No sé si entre sus planes más inmediatos estará venir a Bolivia, pero por si acaso, les indico que el espacio de arte Casa Taller está en la Avenida General Lanza esquina Harrinton, en el barrio de Sopocachi. Quizá no lo visiten nunca, pero sí me gustaría que se quedaran con la esencia del proyecto. Con este artículo, no solo pretendo dar voz a este interesante espacio, sino también dar a conocer este tipo de iniciativas que, poco a poco, van abriéndose paso también en España. Porque tenemos que quitar de nuestra mente la idea de que sin dinero no se puede tener nada. No es cierto. Hay otra forma de hacer las cosas sin tener por ello que caer en la horrenda mercantilización que rodea nuestra realidad. Solo es cuestión de ganas e ilusión.

En Ensemble Malez al completo en Casa Taller


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