22 de marzo de 2014

Que no te manipulen: Toma la calle este #22M

Pedid trabajo, si no os lo dan, pedid pan, y si no os dan ni pan ni trabajo, coged el pan. Emma Goldman


El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que fue puesto a dedo por su antecesora Esperanza Aguirre, que está siendo investigado por un ático de lujo en Marbella de 495 metros cuadrados (238 de ellos de solárium) por el que pagó 770.000 euros y que se embolsa –que se sepa- más de 90.000 euros anuales, soltó ayer una perla que ya se hacía esperar: comparó a la Marcha de la Dignidad, que mañana sábado, 22 de marzo, llega por fin a Madrid, con el movimiento neonazi griego de Amanecer Dorado. Y ante esto, ¿qué se puede decir? Un tipo que presuntamente ha robado todo lo que ha podido, que se compra viviendas de lujo y que vive a todo tren gracias al dinero público, ¿qué derecho tiene a insultar así a las miles de personas que van caminando desde hace días a Madrid con el único objetivo de exigir pan, techo y trabajo?

Porque no se olviden que esos son los grandes “lujos” que exige la ciudadanía que mañana se manifestará en Madrid. No piden vuelos chárter, ni viajar en primera clase, ni cobrar más de 10.000 euros al mes como la mayoría de los chorizos que nos gobiernan. Ni mucho menos. Sus exigencias son tan básicas y humanas que hasta me avergüenzo de que en pleno siglo XXI tengamos que salir a reclamar lo mismo que exclamaban los obreros de este país hace 150 años. ¿Tan poco hemos avanzado? ¿Tan mal estamos? Y todavía habrá quien me diga eso de “hasta que un juez no lo demuestre ninguno de estos políticos es culpable”. ¿Qué jueces? ¿Esos que ellos mismos ponen a dedo? ¿Esos que obligan a las mujeres maltratadas a convivir con sus maltratadores? Es un sistema corrupto se mire por donde se mire. Diseñado para favorecer a quienes más tienen a que cada vez acumulen más y más riqueza.

Aun así, en un primer momento dudé sobre si participar o no en esta manifestación. No por nada en especial, sino porque he llegado a un punto de inflexión en el que creo que con una manifestación no se arregla nada. Que hay que hacer otras cosas, como construir una alternativa paralela a quienes nos oprimen, desde abajo, cimentada, para que una vez empoderados, podamos dar la vuelta a la tortilla. Pero después de ver a varios amigos sufrir los improperios e insultos del alcalde de Caudete, un pueblo manchego al que aprecio, pero cuya máxima autoridad ha dado una imagen propia del caciquismo más medieval, me decidí a acudir a la manifestación. Ya no solo para defender unos derechos que deberían de ser inquebrantables, sino para mostrar mi apoyo y mi respeto hacia estos luchadores y luchadoras que llevan días y días pateando las carreteras y los rincones más recónditos de nuestra geografía.

Porque esta gente es sufridora. Y lo está demostrando. Especialmente cuando en capitales de provincia como Albacete han tenido que pagar hasta 400 euros para poder hacer uso de un polideportivo, eso sí, sin calefacción. Esa es la dignidad que tiene la señora alcaldesa, Carmen Bayod. Porque me indigné con ellos cuando al pasar por Despeñaperros, la Marcha Sur contempló atónita como la Guardia Civil protegía el restaurante más fascista de este país, el Casa Pepe, como si de un monumento nacional se tratara. Porque gracias a su largo devenir han conseguido sacar a la luz las miserias de la España más vil, rancia y profunda. ¿Por qué un cuerpo de seguridad pagado con dinero público como la Guardia Civil tiene que defender un negocio como este donde las odas al franquismo y las banderas franquistas y falangistas, anticonstitucionales por cierto, como así lo corroboró el Tribunal Constitucional, ondean como si nada? Ni en la España que tan bien retrató Berlanga en sus películas se podría haber encontrado una imagen tan rancia y sumisa como esa.

Y ante todo voy por la ilusión que están despertando al pasar por decenas de pueblos y ciudades que parecían dormidos, absortos ante una situación que también les afecta. Parece que muchas personas hasta que no han visto las movilizaciones bajo su ventana no se han dado cuenta de que esta triste historia también iba con ellos. “Al andar removemos la tierra y desenterramos la ilusión perdida. Tenemos que volver a llenarnos de ilusión”, decía hace unos días Amparo, una ‘marchadora’ que llega desde Zaragoza. Y también voy para responder a todos aquellos energúmenos que han recibido a las marchas con insultos y menosprecios. Muchos de estos, pertenecientes a esa tambaleante clase media, quizá llamen a las puertas de la movilización dentro de unos meses cuando se encuentren sin nada. Quizá ya sea tarde. Sin embargo, si las Marchas de la Dignidad ponen en jaque al Gobierno y este se ve en la obligación de echar marcha atrás con algunas de las injustas y represoras leyes que en los últimos meses está aprobando, estos mismos que hoy se burlan de las marchas y las critican, serán los primeros en beneficiarse.

Y me pregunto, ¿qué pasa con la gente decente, que todos los que ni robamos ni estafamos?¿Tenemos que perder toda la dignidad, quedarnos sin casa, cobrar un salario basura y no tener ni para comer para que los mangantes, los sinvergüenzas, los chorizos de este país puedan seguir acumulando riqueza y poder? ¿Tenemos que rendirnos para que los banqueros sigan recibiendo dinero público? No. Dignidad. Dignidad. Que a muchas personas es lo único que les queda. Este sistema atroz se lo ha robado todo. Pero podrán cortar todas las flores, pero no conseguirán detener la primavera. Entre todas, juntas, unidas, lo recuperaremos. No permitiremos que nos obliguen a vivir en la miseria.

P.D. Mientras algunos os quedáis en el sofá, mirando la tele, sin preocuparos por nada más que por el partido de fútbol del sábado, el presidente de la CEOE, Juan Rosell, un malnacidoque se embolsa más de 250.000 euros al año, ya ha anunciado la próxima medida por la que peleará la patronal: los jóvenes menores de 35 años tendrán que cobrar por debajo del salario mínimo. Seguid mirando la tele si queréis, pero yo me piro a Madrid.



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