La decisión de EEUU de romper con el embargo cubano tras 54 años
de aislamiento se ve como una victoria castrista. ¿O nos encontramos
ante una nueva victoria del capitalismo salvaje?
Este
miércoles, muchas personas nos alegramos de que Obama diera marcha atrás en la política
exterior de EEUU hacia Cuba después de más de medio siglo de embargo
comercial. Aun así, hoy, con la mente más despejada, me pregunto cuáles son
los intereses del presidente para haber tomado una decisión que seguro le
va a traer bastantes enfrentamientos con los republicanos que, para más inri,
tienen la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Y
pensando, pensando, la única conclusión que obtengo es que EEUU quiere
ampliar su mercado con los once millones de habitantes que tiene la isla.
Es entonces cuando me surgen las dudas.
Ayer
jueves empezaba a leerse en algunos medios estadounidenses las verdaderas
razones de esta medida aperturista: Grupos económicos han estado haciendo
presión en Washington para
aflojar la política del embargo que considera que les impide hacer negocios en
Cuba, los negocios que otros países y empresas sí están aprovechando. La Cámara
de Comercio de EE.UU. estima que se pierden al menos 1.200 millones de
dólares en negocios que no se pueden hacer con Cuba debido a las leyes
del embargo y aunque para la economía estadounidense no es una cifra grande,
representa una buena porción de la cubana. El capitalismo, que hace dos
años parecía dar sus últimos coletazos, asalta con esta sorprendente decisión
un fuerte inexpugnable: Si los Castro no lo impiden, Cuba, el único reducto
comunista del lado occidental, quedará pronto ensombrecida por los
anuncios de Coca-Cola y los restaurantes –si se le puede llamar así- de
McDonald’s.
Actualmente,
Coca-Cola se vende en todo el planeta excepto en dos países: Cuba y Corea del
Norte. Parece que la lista se va a reducir a uno solo. Las repercusiones
económicas se notarán en la isla, pero, ¿se puede vender esto como una derrota
de EEUU o como una nueva victoria del capitalismo? Los 11 millones de
consumidores que gana el mercado estadounidense seguro que beneficiarán también
por poco que sea a su resentida economía. Los chavales aficionados al béisbol
calzarán unas Nike, mientras que sus padres harán la compra
en Walmart y se tomarán un pésimo café en Starbucks. En el otro
lado de la balanza, Cuba, con sus fronteras abiertas al país vecino, será el
principal atractivo turístico del Caribe, compitiendo en igualdad de condiciones
con Cancún y la costa caribeña de México. El ron y los puros multiplicarán
su producción, pero las constructoras yankies aprovecharán también este
aperturismo para levantar lujosos resorts y altas torres de hoteles y
apartamentos.
Motorola, Verizon y AT&T colapsarán la isla con cables, wifis y teléfonos móviles de última
generación. Apple y Microsoft harán lo propio con ordenadores y demás
aparatos tecnológicos para competir con Cubacel, la
empresa cubana de telecomunicaciones. El consumismo irrumpirá en la isla y Ford
y General Motors sustituirán con sus modernos vehículos a los clásicos carros
que todavía hoy discurren por las calles de La Habana. La autogestión se
acabará y todos los cubanos se endeudarán gracias a los créditos de Citibank
para comprar las viviendas que habrán levantado Turner, Bechtel o incluso
ACS.
En definitiva,
normalizar la relación con la isla, que está solo a 90 kilómetros de distancia
con Florida, abrirá un mercado que ha sido anhelo de las empresas
estadounidenses durante décadas, como bien reconoce John Kavulich,
asesor del Consejo Económico y Comercial de EEUU: “Lo que más atrae a las
empresas estadounidenses desde antes incluso de la revolución es que en Cuba
existe un gran aprecio a sus marcas”. Es decir, las empresas no
necesitan invertir en márketing porque son más que conocidas –y anheladas- en
la isla.
El director
general de la compañía aérea Orbitz, una de las empresas más críticas
con el embargo a Cuba, manifestó su alegría tras conocer la decisión: “Existen
grandes beneficios económicos, sociales y culturales que se derivan de este
acceso libre y abierto a Cuba. Nuestros clientes están ansiosos por visitar la
isla”. Incluso en McDonald’s hablaban ayer, aunque con un mínimo de prudencia,
del “Habana-Mac”.
Pues sí, porque
aunque parezca surrealista, el anuncio de Obama impulsó las acciones de
algunas empresas que pueden beneficiarse de la apertura de Cuba. Herzfeld Caribbean Basin Fund
(CUBA), un fondo de inversión que pretende hacer suculentos negocios de
esta normalización en las relaciones comerciales, vio como el precio de
sus acciones se disparaba en la jornada de ayer. ¿Por qué? Muy
sencillo: sus activos principales son las aerolíneas de Copa Holdings SA y Coca-Cola
Femsa SAB, el mayor embotellador de Coca-Cola de todo el mundo. A su
vez, las empresas de cruceros con sede en Florida mejoraron sus acciones hasta
un 3% en promedio nada más conocerse la decisión del Ejecutivo estadounidense.
Por eso, creo
que el discurso de Obama no puede entenderse como una derrota de EEUU frente al
régimen cubano. Más bien, pienso que es la enésima victoria del capitalismo
que, con esta decisión, gana once millones de consumidores y un país virgen
donde levantar todo su emporio destructivo. ¿O podrán los Castro
evitarlo y minimizar ese impacto salvaje sobre la isla?
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